Antes que nada, quiero dejar claramente sentada mi posición, antes de que una horda de fanáticos de linux me caiga encima.
Soy un experto en sistemas de información, y como tal, mi misión es solucionar problemas reales en las empresas clientes que tengo a cargo. Para ello, es menester usar la mejor herramienta disponible para cada caso, o si no la mejor, al menos la mejor que pueda conseguir con los recursos puestos a mi disposición. Hoy en día, existen afortunadamente numerosísimas herramientas informáticas para resolver los problemas que se nos presentan, desarrolladas por empresas o particulares, algunas con mayores ventajas que otras, algunas gratis y otras pagas, pero todas en particular están diseñadas para un cierto uso específico. Esto obliga al profesional en sistemas a mantenerse lo más actualizado posible para tratar de seleccionar la mejor herramienta para la tarea a afrontar. Uno de los graves defectos que se ve a diario en muchos profesionales, es que tratan de solucionar cuanto problema les cae con la única herramienta que conocen. Es común ver gente que quiere solucionar todo con Visual Basic, por ejemplo, haciendo caso omiso de tantos otros lenguajes de programación que, dado el caso, son más poderosos para lograr determinados objetivos.
La palabra herramienta viene perfectamente al caso: si tengo que clavar un clavo en la pared, puedo hacerlo pegándole con un destornillador o con una pinza, ¡pero me va a costar terriblemente más que si lo hiciera con un martillo!, que es la herramienta perfecta para la tarea. De ahí que la selección inicial de la correcta herramienta informática, previene muchos problemas de diseño, pérdidas de tiempo y dolores de cabeza ulteriores.
Por supuesto que uno siempre suele tener una herramienta favorita, su caballito de batalla, que sabe utilizar mejor que otras herramientas, y uno termina convirtiéndose en un especialista. Eso no tiene nada de malo. Lo que sí está mal, y critico severamente, es utilizar ese favorito para lo que sea, más allá del propósito para el que fue diseñado.
Sistemas operativos
Como administrador de redes y diseñador, me ha tocado trabajar con muchos sistemas operativos diferentes, llegando a conocer a fondo sus fortalezas y debilidades. La experiencia y el mercado me han hecho trabajar a fondo con todos los sistemas operativos de Microsoft, desde DOS pasando por las sucesivas versiones de Windows hasta Windows Vista. Llegué a conocer los sistemas 36 y AS400 de IBM. Trabajé con todas las gamas de Apple Macintosh, que fue mi computadora favorita en los ‘80s. Y para no alargar una lista aburrida, no nombraré algunos sistemas experimentales. Antes de que algún apresurado me tache de sacerdote de Bill Gates, consigno que fui socio del Unix Group en Argentina, apenas fundado, cuando se puso de moda el discurso de los sistemas abiertos. Trabajé entonces con redes sobre Unix y Xenix (el Unix de Microsoft). Un par de años más tarde, terminé borrándome de ese club, hastiado: demasiada palabrería vana y no se llegaba a nada. Los sistemas abiertos se habían convertido en una quimera, menos aún cuando SCO adquirió Unix y lo convirtió en un monopolio vergonzoso, peor que el que se suele achacar a Microsoft, donde cada cosa para Unix valía una fortuna. Microsoft abandonó el desarrollo de Xenix y así quedamos. Hasta que varios años después vino el genial Linus Torvalds a patear el tablero y volvió a poner las cosas en su lugar para Unix. Linux había nacido. Se desarrollaron consensos, y gracias al largo y sostenido trabajo de la industria del hardware y los desarrolladores de software, los sistemas abiertos llegaron a convertirse en una realidad, imperfecta por supuesto, aún hoy. Todavía hay que trabajar bastante para que todas las marcas de equipos, inclusive los clones, con sus sistemas operativos a cuestas, funcionen y se entiendan mutuamente de forma fluida. Es más fácil que antes, sin duda, pero de ninguna manera es “soplar y hacer botellas”.
Linux: bendición… y maldición también.
Hace años que vengo trabajando con distintas distros de Linux, de acuerdo con los proyectos que me ha tocado manejar. Estamos de acuerdo. Linux es un maravilloso producto, en el que se encuentra el enorme y dedicado trabajo de miles de programadores de todo el mundo, que merecen el aplauso y agradecimiento del resto de la humanidad. Y encima es gratis, o muy barato. Pero aún cuando salen las distribuciones definitivas, sea quien sea, el sabor que a cada cual le guste: Fedora, Ubuntu, Debian, Mandriva, Suse, etc., el producto siempre tiene un algo de “inacabado” o “no probado”, comienzan los problemas en la misma instalación, y hay que comenzar a “pelearse” en los foros, en los reclamos de bugs, para que se corrija algún aspecto importante, generalmente con cierta urgencia, lo que la mayoría de las veces tampoco ocurre. OK. Como se trata de un producto gratuito no hay derecho a queja. Está bien. Pero si se quiere hablar seriamente de Linux, es un aspecto que aún debería cuidarse. Sobre todo en las instalaciones de nuevas versiones y en las actualizaciones del kernel.
Por otra parte y lamentablemente, es justo reconocerlo, la documentación de Linux es fragmentaria e incompleta. No solo en lo que hace al sistema operativo, sino también y con más frecuencia aún a sus aplicaciones. Cuando uno se encuentra con un problema, hay que repetir la pregunta en varios foros, o bien googlear, rogando encontrarse con una solución seria, que a veces y con suerte se obtiene directamente, y otras hay que armarla a partir de fragmentos útiles distribuidos en muchos sitios en diferentes idiomas. Corriendo contra el tiempo, cuando los tiempos de una empresa suelen ser exiguos, no es precisamente el mejor escenario, y a veces cabe preguntarse si vale la pena insistir en la gratuidad para beneficiar al cliente, o bien si vale pagar a Microsoft Windows Server o a Red Hat para obtener un soporte técnico serio al que recurrir.
Y el título del blog hace referencia a los cientos de veces que me he agarrado la cabeza y exclamado esas palabras: ¡maldito Linux de…!, seguido de toda clase de improperios irreproducibles y gesticulaciones impresentables. Puedo hablar con conocimiento de causa.
He decidido abrir este sitio con varios objetivos. En primer lugar como catarsis, para desahogar las broncas; me ahorraré unos cuantos pesos en psicoloco (¡gracias Blogger!). En segundo lugar, como documentación personal de cómo resolví los problemas, para no olvidarme más tarde. Y en tercer lugar como servicio público, para que si otro profesional se encuentra con un problema similar al mío, disponga de la solución que encontré para resolverlo, adecuadamente documentada. Hace un tiempo, pensé en escribir un libro, compilando toda la información sobre cómo instalar un servidor de Linux confiable bajo Fedora, pero esta solución del blog me parece más dinámica y por el momento más factible. Veremos cómo se va desarrollando, y espero que les resulte de algún servicio.
¡Comencemos!